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Durante la Edad Media, la dieta en España era muy diferente a la que conocemos hoy en día. La alimentación de la población se basaba en productos locales y de temporada, con una menor variedad de alimentos disponibles en comparación con la actualidad.

Uno de los elementos clave en la dieta de la época era el pan, que constituía la base de la alimentación de la mayoría de la población. El pan se elaboraba con harina de trigo o cebada y se consumía en todas las comidas del día, tanto en forma de pan blanco como de pan moreno.

Otro alimento fundamental era la carne, principalmente de cordero, cerdo y vaca. La carne se consumía en guisos y estofados, y los más acomodados podían también disfrutar de ave, conejo o liebre. Sin embargo, el consumo de carne era menos frecuente que en la actualidad, ya que la ganadería no estaba tan desarrollada y el coste de la carne era elevado.

Las verduras también formaban parte de la dieta medieval, aunque su consumo era menor que el de la carne y el pan. Se consumían principalmente legumbres, como garbanzos, lentejas y habas, así como hortalizas como cebollas, ajos y zanahorias.

En cuanto a los lácteos, el queso era uno de los principales productos lácteos consumidos en la época, junto con la leche, la mantequilla y el requesón. Estos productos se elaboraban de forma artesanal por los propios campesinos y se consumían tanto frescos como curados.

En cuanto a las bebidas, el agua era la más común, aunque también se consumía vino en todas las capas sociales. La cerveza, elaborada con cebada, era otra bebida popular, especialmente en las zonas más septentrionales de España.

En resumen, la dieta durante la Edad Media en España se basaba en alimentos como el pan, la carne, las verduras y los lácteos, complementados con bebidas como el agua, el vino y la cerveza. Aunque la variedad de alimentos era menor que en la actualidad, la población medieval conseguía mantener una alimentación equilibrada y suficiente para poder sobrevivir en aquella época tan dura.